Tu corazón y tu mente te harán seguir cuando tus piernas no puedan más.
C.F.
Muchas veces me he planteado cosas que no sabía responder. Es más, me apuesto algo a que vosotros también os habéis planteado preguntas que es mejor no responder, porque no existe una respuesta concreta, o simplemente porque es mejor dejarlas a la duda.
¿Quién soy? ¿A dónde me dirijo? O lo que es más importante, ¿Dónde me encuentro ahora mismo? Todas esas preguntas me quitan el sueño todos los días, o eso creo, porque donde estoy no existen los días, es más, no existe el tiempo, vivo una realidad adversa, vivo una vida de sombras, vivo…no sé donde vivo. Espero que sepáis decirme qué es lo que me pasa, qué es esa sensación, qué es mi vida, y repito… qué o quién soy yo…
A veces pienso como hubiera sido mi vida sin haberla conocido…:
Mi nombre es Manuel Cerrillo, mi profesión, no lo sé. No recuerdo nada, mas que aquel acontecimiento, aquel hecho que cambió mi vida para siempre. Nada anterior, nada posterior, tan solo aquel acontecimiento. No se si hago bien contando esta historia, aunque realmente, ni siquiera se quien soy. Tan solo conozco mi nombre, ese simple conjunto de sonidos que no tienen ningún significado. Únicamente espero que, vosotros, podáis decirme quien soy y a que me dedico.
Ni siquiera sé dónde nací, aunque sé que toda mi historia transcurre en Valencia. Hace apenas un año pude observar, caminando por la calle, a una muchacha de unos veinticinco años de edad. Era joven, guapa, incluso, estaba buena. Me encantaba. Realmente no se el porque, pero nada más verla me puse a seguirle los pasos, como si fuera un simple delincuente esperando el mejor momento para atacarla. No, no era un delincuente, ella me gustaba, no se que vi, pero me gustaba. Creo que se dio cuenta que la seguía, porque, a la segunda vez que se giró y me vio detrás, empezó a acelerar el paso, justo se detuvo en el lugar donde ella trabajaba. Me miró por última vez antes de entrar y yo, para intentar que esa no fuera la última vez que nos veíamos, logré articular una palabra, una simple palabra: - Hola – le dije. Pero ella me miró con cara rara y justo mientras giraba la cabeza, logré preguntarle:
- Perdone, ¿Sabría indicarme por donde ir a la calle Chile? –
- Sí, por supuesto –me dijo ella- Tiene que seguir esta calle y la próxima, tirar a la derecha, y se encontrará con ella.
- Muchas gracias, pero, si te soy sincero, no venía buscando una dirección –me atreví a decir- Te he visto antes, y necesitaba conocerte, por eso te he seguido, espero que no te hayas asustado.
- La verdad es que si que me he asustado un poco –me contestó con cara de miedo e incredulidad.
- No se porqué he tenido ese impulso, ni como me he atrevido a hablarte, yo no soy así, ¿le gustaría que quedásemos mañana a tomar algo antes de ir a trabajar?
Bajo mi sorpresa, ella aceptó. ¿Por qué lo hizo si no me conocía de nada? ¿Acaso tendría curiosidad también por conocerme? Yo creo que en el fondo ella sabía que era una buena persona. Era todo muy raro, pero de todas formas, nos intercambiamos los teléfonos y concretamos la hora.
¿Extraño verdad? Eso mismo pensé yo, pero todavía me sigo preguntando, ¿quién soy yo?, ¿a qué me dedico?, ¿a dónde voy?, no lo sé. ¿Acaso soy un ente que vaga por la vida con el fin de encontrar a la persona especial?, ¿o simplemente no existo? Todas eran preguntas que no podía contestar, al menos todavía.
Después de esta pequeña nota, volvamos al relato…
Esperé ansioso la mañana siguiente, sabía que ese día sería especial. Decidí acercarme un poco antes de la hora acordada pero, para mi sorpresa, ella ya estaba allí. Me acerqué, la saludé, y nos sentamos en un pequeño bar cerca de su edificio de oficinas.
Estuvimos por lo menos una hora hablando, hablando de muchas cosas, conociéndonos mutuamente, al final de ese día, ya sabia donde vivía, las aficiones que ella tenía, su color favorito, comida, etc., pero no solo sabía yo de ella, sino que ella sabía lo mismo de mí. Parecía raro, éramos como dos mejores amigos, dos almas gemelas que se conocen de hace años, pero no era así, nos conocíamos de apenas un día. Quedamos en ir todos los días a ese bar, a la misma hora y, si podía ser, en la misa mesa. Los días fueron pasando, y cada día nos conocíamos un poco más. Un día me dijo que no tenía novio. Llevaba días esperando esa respuesta, pues como he comentado más arriba, estaba enamorado, y cada vez que sabía una cosa nueva sobre ella, por muy pequeña que sea, me fascinaba, aumentando esa sensación. ¿Eran sus labios, su mirada, su persona, o simplemente era mi subconsciente que soñaba por sentir a una persona? No lo sabía, pero era la primera vez que sentía algo así por un ser humano.
Estuvimos hablando por lo menos durante mes y medio. Pero, al fin, un día ella me propuso ir al cine y después a cenar a su casa. Acepté, sin pensármelo dos veces, esa era la propuesta que llevaba esperando toda mi vida, o más concretamente, desde la primera vez que la vi.
Acordamos en ir el sábado siguiente, un día perfecto. Ella no tenía que trabajar y yo no tenía nada que hacer, como de costumbre. Vimos una “película de chicas”. Sí, ese tipo de películas en la que dos personas se conocen y se acaban enamorando provocando un sentimiento de alegría y pena en el espectador, aunque tengo que reconocer, que pese a ser una “película de chicas”, yo también me emocioné bastante. Más tarde fuimos a su casa para cenar, como habíamos acordado. Su casa era preciosa. Tenía un buen gusto por la decoración. No voy a contar detalles de la cena. Fue una cena tranquila: comimos fricandó a la luz de dos velas, y charlamos. Al acabar, nos sentamos en el sofá a seguir hablando. No creí que ocurriría nada, pero al fin y al cabo, estaba en su casa con ella, sentado en el sofá y mirándola a los ojos. Pasó lo que tubo que pasar: acerqué ligeramente mis labios hacia su rostro, y ella me siguió el gesto, quedando nuestros labios pegados unos con los otros. Fue algo especial, no como cualquier beso, fue uno diferente, noté una sensación que no había notado con cualquier otra persona, una sensación que incluso la calificaría como mágica. Y, después de ese beso, ya os podéis ir imaginando que ocurrió, ¿verdad? Sí, supongo que lo habréis pensado. Fue fantástico.
A la mañana siguiente me desperté a su lado, abrazado a ella. Me puse a pensar: estaba enamorado, sí, pero ¿cómo? ¡Era imposible! Siempre he sido una de esas personas que critica a las parejas que pasean cogiditas de la mano pero, ahora, era una de ellas, y estaba feliz. Muchas eran las preguntas que me planteaba, incluso le pregunté a ella la razón por la cuál me había pasado eso, a lo que me contestó: “Las razones serán las que tu quieras que sean en cada momento del día. Habrá una para cada sentimiento, para cada momento de felicidad o de tristeza. Esas serán las razones por las que levantarte cada mañana y admirar la puesta de sol por la tarde. La razón no es más que tu y tu personalidad, que tu y tu sencilla forma de ser, así que, mira dentro de ti ahora mismo y dime, grita o, simplemente piensa cual es la razón que más deseas”. Me quedé pensativo y no contesté. Me pase el día buscando esa razón.
¿Cuál sería? ¿Donde estaría?, o mejor dicho, ¿Existe una razón real, o es algo abstracto? Esas eran las preguntas que me hacía incluso en este solitario lugar. ¿Dónde? Sigo sin saberlo, solo espero que alguna vez logre saberlo. Pero dejémonos de tonterías y volvamos al relato…
Estuve con ella hasta el mes siguiente. ¿Por qué? La muy puta me dejó una carta diciéndome que me abandonaba. ¡Que falsa! –Pensé- La carta decía:
Querido y bien amado Manuel,
Te escribo esta carta para decirte lo increíble que ha sido mi vida a tu lado. Tú me llenaste de amor y cariño, tú me diste todo el tiempo que tenías, al lado, yo no te dí nada. Has sido mucho para mí, y es increíble que te diga esto, pero tengo que abandonarte. No existe explicación alguna, mi cuerpo me dice que abandone mi vida contigo, y eso es lo que tengo que hacer. No te preguntes porque, no hay respuesta, creo que será mejor para ti, te irá bien sin mí. Como ya te he dicho, me has dado los mejores cinco meses de mi vida, y no te los he sabido compensar. Lo nuestro fue increíble, inusual, fue algo mágico difícil de explicar, nuestro amor era, o sigue siendo, un fuego encendido, una pequeña pero agradable llama, un sabroso veneno, una dulce amargura, una deleitable dolencia, un alegre tormento, una dulce y fiera herida, una blanda e indolora muerte. Pero todo eso hay que olvidarlo. Sí, puede que esté loca por desaprovechar la oportunidad de estar a tu lado, pero me siento así, y tengo que seguir el instinto de mi cuerpo. Aunque no sea junto a ti, se que existe un mañana, sigue viviendo por el resto de tus días, y recuerda siempre estas palabras: “Tu corazón y tu mente te harán seguir cuando tus piernas no puedan más”.
Laura.
Me quedé perplejo. ¡Me dejaba! No lo podía creer. No supe asimilar la noticia. Estaba tan enfadado que no sabía lo que hacer, así que la llamé. No me lo cogió la primera vez, pero insistí y por fin descolgó el teléfono. Le pregunté donde se encontraba, y me contestó que estaba en el hotel Beach del centro. Quedé con ella esa misma noche para charlar sobre lo ocurrido, ella aceptó. En el fondo, yo sabía que todavía me quería y no podía dejarme así como así, por eso se atrevió a descolgar el teléfono, lo que no sabía era lo que le esperaría.
Antes de ir al hotel, cogí un cuchillo. ¿Por qué? No lo sé. Por si acaso –pensé-. Cuando llegué, tuve que preguntar por su habitación, pues no me lo había dicho anteriormente.
Toqué tres veces a la puerta, y enseguida sonaron unos pasos tras ella. Era Laura, era su forma de andar, el ruido que hacían sus pies desnudos al pisar la moqueta del hotel.
Cuando me abrió, me dijo que pasara y que me sentara en el sofá, junto a ella. Lo hicimos a la vez, juntos, como si estuviésemos compenetrados. Nos miramos a los ojos. Nuestra cara parecía un cartel informativo como esos que aparecen por la autopista. Sí, esos carteles azules que sabes bien lo que significan, pero que realmente son difíciles de interpretar. Mis ojos decían ¿Por qué?, en cambio los suyos medio llorosos intentaban interpretar una vaga disculpa, pero intensa a la vez, como si recordara los momentos que hemos pasado juntos. Me empezó a hablar, y yo cada vez tenía una expresión distinta en la cara: sentía odio, compasión, amor, libertad, preocupación, ira… Muchos sentimientos en muy poco tiempo. Quizá fuera porque delante de mí se encontraba el amor de mi vida, o porque sentía unas ganas tremendas de que se callara o de que se fuera para siempre por puta. No me dejó hablar. Cuando ella terminó simplemente chilló mientras me maldecía y me decía que me largara de su vista. De dentro de mí salió una rabia tremenda. Nunca había sentido tanta irá en tan poco tiempo. Lo primero que hice fue sacar mi mano derecha del bolsillo, abrirla, y con todas mis fuerzas le pegué un guantazo en la cara tan fuerte, que se desplomó en el sofá. Aproveche unos momentos en que ella cerró los ojos, y sin más dilación, agarré el cuchillo con las dos manos y lo sostuve por encima de mi cabeza, la punta del cuál amenazaba el vientre de la muchacha. Ella abrió los ojos y, llorando, me exclamó:
-¡No lo hagas, por favor, no hay porqué!-.
En ese mismo instante, recordé las frases que ella me dijo en la carta:
“nuestro amor es un fuego escondido, un alegre tormento, una blanda muerte”
Después de recordar, bajé el cuchillo, y ella me dio una grata sonrisa, pero por un momento volvió la ira a mi cuerpo, a mi mente, así que agarré fuerte el cuchillo con las dos manos y…
No recuerdo nada más. Todo está borroso. Únicamente creí oír un grito de angustia, un grito muy agudo acompañado de una sirena estruendosa y del silencio absoluto. Además creo recordar una frase que se apareció en mi mente de repente: “Ella es la razón”. Esas últimas palabras me hubieran cambiado la vida hace unos momentos, pero ya no podré levantarme una vez más y pensar en ellas. Digamos que estoy en un sueño vitalicio. ¿Qué es lo que ocurrió? Es algo extraño no recordar aquel suceso, aunque me apuesto a que ella si que lo recordará por el resto de su vida. Sin embargo, me acuerdo de toda la historia que me llevó a realizar esa acción, aunque si que es verdad que después de contar lo sucedido me encuentro mucho mejor conmigo mismo. Parece ser que estoy en un lugar oscuro, solitario, silencioso, un lugar en donde puedes sumergirte en tus pensamientos, un lugar donde puedes pensar contigo mismo, un lugar de meditación. No se donde estoy, pero me gusta, me siento bien. Aunque, ahora que lo pienso ¿Existo de verdad o soy simplemente fruto de una vaga historia? Necesito saberlo, ¿A dónde me dirijo? Nunca lo sabré. Solo sé que me encuentro aquí solo, después de una escena traumática, que nunca más podré cambiar, y que sin embargo ha cambiado el transcurso de mi vida. Incluso he llegado a pensar que puedo estar muerto, ¿pero como? ¡Era imposible! Era yo el que poseía ese cuchillo. En fin. Ya nadie podrá decirme donde estoy o incluso que he hecho para llegar a este lugar sombrío en el que no soy más que una mente que habla en sus pensamientos y escribe historias. ¿Que es lo que hizo que me desviara de mi camino? ¿Quien hizo que me encontrara con esa mujer?... Todas esas preguntas han quedado sin contestar, aunque espero que ustedes hayan podido descifrar este misterio que envuelve a mi persona, esa mancha negra que no me deja escapar, ese cuchillo clavado que no me deja respirar, y que me oprime el corazón. Ojala usted pueda decirme que me ocurre, ojala usted pueda librarme de las cadenas que no me dejan ir a un lugar mejor, donde no me sienta solo, donde pueda disfrutar, pero, ¿disfrutar de que? Todo son preguntas, cuestiones que nunca me veré capaz de contestar ahora que ya no está ella pero, aunque ya no esté, siempre recordaré unas palabras que me dijo en esa carta infernal, unas palabras que siempre me van a dar una razón por la que seguir cada día luchando por lo imposible, luchando por conseguir aquello que más me importa, i no, no son esas ridículas palabras de amor que recordé al levantar el cuchillo, no. Son unas palabras insignificantes individualmente, pero que tienen mucho sentido todas juntas:
“Tu corazón y tu mente te harán seguir cuando tus piernas no puedan más”.
Nada importa ya. Nadie puede cambiar lo ocurrido, nadie es capaz de sacarme de esta oscura i solitaria cárcel sin dimensión, sin largo, sin ancho i sin alto, en este lugar ni siquiera hay tiempo, no sabría decirte el tiempo que llevo aquí, solo me encuentro yo y mi mente. ¿Mente? Se podría decir así, aunque sé que simplemente se oyen unas voces sicóticas, pensamientos de una mente perturbada por uno mismo, uno mismo que ni siquiera se que existe, que ni siquiera esta vivo, simplemente son voces en la sombra, voces que solo se perciben si estas muy atento. Nada señores, nada se puede hacer ya para remediar lo ocurrido, salvo que una persona tenga la habilidad de viajar en el tiempo y evitar el momento en que la conocí, ese sería el único modo de devolver estos pensamientos a uno mismo, a su respectivo cuerpo, pero todos sabemos que es prácticamente imposible, no aquí, no en este “mundo”, únicamente sería posible en un “mundo” relativo en donde el tiempo pueda ser manipulado de tal forma, pero ambos sabemos que en el lugar donde “estoy” no existe tal capacidad, aunque si fuera por existir, no estoy seguro ni siquiera de existir yo mismo. He de parar de hacerme ilusiones. Esto nunca se hará posible y yo debo regresar de allí donde vengo, o mejor dicho, mi mente es la que tiene que regresar, pero las mismas preguntas se me aparecen una y otra vez como si de luces que se apagan y se encienden se trataran, preguntas que, como he dicho anteriormente, me atormentan porque no soy capaz de hallar su respuesta: ¿Quién soy yo y a donde tengo que regresar? Una cosa es segura: tengo que dejar libres a mis pensamientos, y seguir solitario en esta cárcel, en esta tumba, una tumba que no me deja “vivir”, una tumba que no me deja ir en paz…Sólo son voces en la oscuridad, pensamientos en lo oculto que carecen de destino…