Nada ya puede hacerse. Nadie puede remediar esta situación. Mi vida esta presa, encarcelada, retenida, atrapada, escondida. Mi cuerpo solo es una cárcel que no deja volar libre mi alma. Lo he intentado todo, pero nada ha conseguido sacarme de aquí. Siento que me ahogo, que me asfixio en un lugar extraño, que no encajo en este vehículo mal montado. Me siento como una guitarra en un estuche de violín. Me gustaría cambiar la funda que me envuelve por otra que encaje mejor. Mi atmosfera no deja que salga aquello que hace que sea yo. No me deja sacar al exterior todo aquello que me importa. Estoy metido en una cárcel por una injusta y aleatoria condena. Eso es lo que soy: un preso, un condenado a muerte que recorre la milla verde antes de llegar a la silla eléctrica, una persona que anhela la libertad. Yo soy yo, y no aquello que me reprime y no me deja vivir, aquella capa que cubre mi rostro. Sé que escapar es posible. Que una mejor vida se puede dar, que puedo librar mi alma y cambiar el futuro. Es posible y así lo afirmaba William Ernest Henley en su poema ‘Invictus’: ‘Soy el amo de mi destino, soy en capitán de mi alma’. ¡Cuánta razón tienen esas palabras! Pero al fin y al cabo, puede que sea mejor no sacar a la bestia que intenta escapar. Mi alma es y será siempre presa del destino, determinada por el esquema simple pero atrevido que es la vida. Voy a dejar de intentarlo. Sueño con la libertad, sí, pero si así está escrito he de aceptarlo. Dejaré de soñar con una vida mejor y pensaré en ser lo que soy: un condenado a muerte en la rutina, un preso de la sociedad, un esclavo de mi cuerpo, un prisionero atrapado en uno mismo al que no se le permite observar la luz del sol. Yo he dejado de intentarlo y solo pido ayuda desde lo más profundo de mi interior. Sueño cada día con poder respirar, con poder admirar la belleza del exterior. ¿Habrá alguien dispuesto a ayudarme? No estoy seguro. Lo único que sé es que debo quedarme en esta solitaria habitación y esperar que todo se arregle, que alguien me libere y me lleve afuera. Puede que la espera sea larga, pero valdrá la pena. Incluso puede que una parte de mi alma se esté liberando mientras escribo estas palabras, pero eso nadie lo sabrá jamás. Al fin y al cabo, soy una persona que intenta desprenderse y escapar de su sombra, una sombra que le oprime y que no le deja ser tal y como es. Ahora he de marcharme y continuar el resto del camino que me espera encarcelado.